La Escuela Clásica

Contexto histórico del surgimiento de la Escuela Clásica

La escuela clásica se inició en 1776, cuando Adam Smith publicó su Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones. Terminó en 1871 cuando W. Stanley Jevons, Carl Menger y Leon Walras, cada uno por su parte, publicaron obras que expresaban las teorías neoclásicas.

El surgimiento de la Economía Política Clásica

Dos “revoluciones”, una de ellas relativamente madura y la otra que apenas se iniciaba, tuvieron una importancia particular para el pensamiento económico clásico.

La revolución científica

En 1687 Isaac Newton (1642-1727) adelantó considerablemente las primeras leyes científicas del movimiento planetario, de Kepler, y las leyes matemáticas del movimiento de los cuerpos sobre la Tierra, de Galileo. En sus Principios matemáticos de filosofía natural, Newton expuso la ley de la gravitación universal: la fuerza de atracción entre dos cuerpos cualesquiera en el universo es proporcional al producto de las masas de los dos, e inversa al cuadrado de la distancia entre ellos. Esta ley explica, entre otras cosas, el movimiento de los planetas.

La revolución en las ciencias asociada con Newton y otros tuvo tres aspectos que merecen mención. En primer lugar, estos científicos confiaban en la evidencia experimental. Newton y sus contemporáneos no creían en el conocimiento innato derivado de la razón sola sin depender de la experiencia. En segundo, Newton popularizó la idea ya existente de que el universo está gobernado por leyes naturales. El tercer aspecto del sistema de Newton era un punto de vista estático del Universo: el espacio, la materia y el tiempo son independientes unos de otros. Nada cambia a lo largo del tiempo; el movimiento y las relaciones en el Universo conti- núan en una interminable repetición.

El impacto de Newton se puede ver en las ideas de la escuela clásica. Según los clásicos, las persistentes instituciones feudales y los controles restrictivos del mercantilismo ya no eran necesarios. Para ellos, la ciencia newtoniana proporcionaba una naturaleza absolutamente tan efectiva como la voluntad original de Dios. Si la Divina Voluntad había creado un mecanismo que funcionaba armoniosa y automáticamente sin interferencia, entonces el laissez-faire era la forma de sabiduría más elevada en los asuntos sociales. Las leyes naturales guiarían al sistema económico y las acciones de las personas.

Esas ideas eran revolucionarias en su época. Las personas ya no aceptarían incondicionalmente las antiguas verdades, tales como que el interés es pecaminoso o que las personas heredaban su posición en la vida. Se serviría mejor a la sociedad si las personas estuvieran en libertad de seguir la ley natural del interés propio. El pensamiento newtoniano en la economía clásica proporcionó una ideología que justificaba los ingresos de la propiedad. Debido a que es mejor no obstruir la ley natural y a que el ahorro y la prudencia privados contribuyen al bien de la sociedad, entonces la renta, el interés y las utilidades sólo son recompensas por la propiedad y el empleo productivo de la riqueza.

La Revolución Industrial

En 1776 la Revolución Industrial apenas se iniciaba, pero se intensificó a lo largo del periodo en el que escribieron los últimos economistas clásicos. En el siglo XVII, Inglaterra capacitó a Holanda en el comercio y se quedó atrás de Francia en la fabricación. Pero a mediados del siglo XVIII, Inglaterra logró la supremacía en el comercio y en la industria. Tanto la Revolución Industrial como la economía política clásica se desarrollaron primero en Inglaterra Smith y sus contemporáneos, que vivieron durante las primeras etapas de la Revolución Industrial, no pudieron identificar en forma adecuada la importancia de este fenómeno y la dirección que seguiría su desarrollo. Ese conocimiento sólo es posible al ver las cosas en retrospectiva; pero estaban conscientes del considerable crecimiento de la fabricación, el comercio, los inventos y la división del trabajo. Este crecimiento de la industria condujo a un creciente énfasis en el aspecto industrial de la vida económica en el pensamiento actual.

Para 1776 Inglaterra, la nación más industrialmente eficiente y más poderosa del mundo, estaba preparada para beneficiar al libre comercio internacional. A medida que los empresarios ingleses se volvían más fuertes, ya no necesitaban depender de los subsidios del gobierno, de los privilegios del monopolio ni de la protección de los aranceles. Y conforme los empresarios llegaran a tener el número suficiente para dificultar el hacer y aplicar convenios del monopolio, cada vez se podría confiar más en la competencia para asegurar precios moderados y productos de calidad. Muchas prácticas mercantilistas empezaron a desaparecer bajo el rápido ascenso de la actividad de negocios que se extendía en todas direcciones.

También estaba surgiendo una fuerza de trabajo libre, móvil, bien pagada y que trabajaba arduamente. Antes del triunfo final de la economía política clásica, los gobiernos nacionales y locales habían regulado el trabajo y las condiciones laborales. En ocasiones el trabajo estaba protegido, pero con más frecuencia los favorecidos eran los patrones. Los jueces de paz locales habían regulado los salarios en Inglaterra durante siglos, y por lo común imponían techos a los salarios. Sin embargo, esta práctica había desaparecido para 1762, debido a que ahora las condiciones de la oferta y la demanda de trabajo dictaban salarios determinados por el mercado. Las Actas de Cercamiento aprobadas por el Parlamento autorizaban el empleo de vallas, setos y muros para cercar las tierras comunes y los campos abiertos que no tenían vallas, en donde los campesinos antes sembraban y cultivaban, llevaban a pastar al ganado o a los cerdos y recogían combustible. Estas leyes dejaron a la tierra bajo un estricto régimen de propiedad privada y fomentaron la agricultura en una escala mayor y más intensiva de capital. Esto aumentó la productividad del trabajo agrícola y de la tierra, pero también convirtió a los campesinos en trabajadores asalariados que buscaban empleo con los terratenientes. Además, los artesanos tendían a perder la ventaja competitiva a medida que se desarrollaba el sistema de fábricas, que empujaba a un creciente número de ellos al mercado laboral como trabajadores asalariados.

¿A quiénes beneficiaba o trataba de beneficiar la escuela clásica?

A largo plazo las economías clásicas servían a toda la sociedad, debido a que la aplicación de sus teorías promovía la acumulación de capital y el crecimiento económico. Les daba respetabilidad a las personas de negocios en un mundo que antes habían dirigido los honores y el ingreso hacia la nobleza y la alta burguesía. Los comerciantes y los industrialistas alcanzaron una nueva posición y dignidad como promotores de la riqueza de la nación y los empresarios tenían la seguridad de que al buscar utilidades, servían a la sociedad. Esas doctrinas finalmente condujeron a más beneficios materiales para los propietarios y administradores de negocios, debido a que la idea clásica ayudaba a promover el entorno político, social y económico que fomentaba la industria, el comercio y las utilidades.

¿En qué forma la escuela clásica era válida, útil o correcta en su época?

Las economías clásicas racionalizaban las prácticas a las que se dedicaban las personas emprendedoras. Eso justificaba la derrota de las restricciones mercantilistas, que habían sobrevivido a su utilidad. La competencia era un fenómeno creciente y la dependencia respecto de ella como la mayor reguladora de la economía era un punto de vista defendible. Los gobiernos eran notoriamente derrochadores y corruptos y, bajo esas circunstancias, mientras menor fuera la intervención del gobierno, tanto mejor. Al ayudar a eliminar los restos del sistema feudal, los economistas clásicos promovieron las empresas de negocios. Por ejemplo, cuando se abolieron las leyes feudales de la tierra y ésta sirvió como una garantía para el crédito, los terratenientes fueron capaces de reunir grandes sumas para invertirlas en la agricultura o la industria.

Cuando se iniciaba la industrialización, la necesidad más grande de la sociedad era concentrar los recursos en la máxima expansión posible de la producción. La elevación del sector privado por encima del sector público servía admirablemente a este fin. Debido a que los consumidores por lo general eran pobres y a que las oportunidades de inversión eran ilimitadas, los capitalistas tenían un poderoso incentivo para reinvertir una porción considerable de sus utilidades. El resultado fue una rápida expansión de la producción.

¿Qué principios de la escuela clásica se convirtieron en contribuciones perdurables?

Los economistas clásicos contribuyeron con el mejor análisis del mundo económico hasta su época, sobrepasaron con mucho a los análisis de los mercantilistas y los fisiócratas. Colocaron los cimientos de la economía moderna como una ciencia social y las generaciones que siguieron se basaron en su percepciones y sus logros. Varias de las “leyes” clásicas ahora se enseñan como “principios” de la economía en los libros de texto de economía. Los principios que se convirtieron en contribuciones perdurables incluyen, pero no se limitan, a los siguientes: (1) la ley de los rendimientos decrecientes, (2) la ley de la ventaja comparativa, (3) la noción de la soberanía del consumidor, (4) la importancia de la acumulación de capital para el crecimiento económico y (5) el mercado como un mecanismo para conciliar los intereses de los individuos con los de la sociedad.

Esto no pretende sugerir que la economía clásica no careciera de puntos débiles y de errores. La historia y los teóricos económicos subsiguientes mostrarían que el laissez-faire, como una política pública, era inadecuado para enfrentarse, entre otras cosas, a las depresiones económicas, los monopolios (ya fueran naturales o no), al poder del monopsonio, a los efectos externos de las acciones privadas y a las provisiones de bienes cuyos beneficios eran indivisibles (bienes públicos). Algunos defensores de la economía clásica llevaron su llamado por el laissez-faire hasta extremos absurdos.

La Escuela Clásica - Principales representantes.

Adam Smith (1723-1790)

Afable y brillante fundador de la escuela clásica, nació en la ciudad portuaria y fabril de Kirkcaldy, Escocia. Hay varias influencias clave en el pensamiento de Smith. La primera y tal vez la más importante fue el ambiente intelectual de su época. Fue el periodo conocido como el Siglo de las Luces, movimiento intelectual que se desarrolló sobre dos pilares; la capacidad de razona- miento de las personas y el concepto del orden natural. Como se indicó en el capítulo 4, la revolución científica asociada con Newton establecía que el orden y la armonía caracterizan al universo físico. Mediante un razonamiento sistemático, las personas podían descubrir no sólo estas leyes físicas, sino también aquellas que gobiernan a la sociedad. Por consiguiente, los pensadores del Siglo de las Luces eran optimistas; por lo general creían que el pensamiento y la energía humanos virtualmente podían producir un progreso ilimitado.

La segunda, pero definitivamente relacionada, fue que Smith estuvo bajo la influencia de los fisiócratas, en particular de Quesnay y Turgot. Elogiaba al sistema fisiócrata “con todas sus imperfecciones” como “tal vez la aproximación más cercana a la verdad que hasta ahora se haya publicado sobre el tema de la economía política”. El ataque de los fisiócratas al mercantilismo y sus propuestas de eliminar las barreras comerciales ganó su admiración. De esos pensadores sacó el tema de la riqueza como “los bienes consumibles anualmente reproducidos por el trabajo de la sociedad”, de lo deseable de una interferencia mínima del gobierno en la economía y del concepto del proceso circular de producción y distribución. Había planeado dedicarle su Riqueza de las naciones a Quesnay, si este última hubiera vivido hasta que el libro estuviera terminado.

Adam Smith, fue reconocido por sus dos grandes obras: La teoría de los sentimientos morales e Investigación sobre la naturaleza y causas de las riquezas de las naciones, más conocido por su nombre abreviado “La riqueza de las naciones” escrita en 1776.

La Teoría de los sentimientos morales hablaba de las fuerzas morales que frenan el egoísmo y unen a las personas en una sociedad viable; La riqueza de las naciones suponía la existencia de una sociedad justa y mostraba la forma en la cual el individuo está guiado y limitado por las fuerzas económicas.

Tanto La Teoría de los sentimientos morales como La riqueza de las naciones reconcilian al individuo con el interés social mediante el principio de la mano invisible o armonía natural y el principio de la libertad natural del individuo o el derecho a la justicia. En La Teoría de los sentimientos morales, la simpatía y la benevolencia frenan al egoísmo; en La riqueza de las naciones, la competencia canaliza al propio interés económico hacia el bien social.

Adam Smith. Significado de la obra “Riquezas de las Naciones” en la historia del pensamiento económico.

El tratado económico de 900 páginas de Smith, Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, más conocido por su nombre abreviado de La riqueza de las naciones, apareció en 1776, año de la declaración de la Independencia estadounidense. Ése fue el libro que lo estableció como uno de los principales pensadores económicos en la historia del pensamiento económico. Por consiguiente, los puntos de vista contenidos en La riqueza de las naciones requieren un escrutinio más cuidadoso.

División del trabajo

El primer capítulo de La riqueza de las naciones se titula “De la división del trabajo”, una frase no muy familiar en la época de Smith. La primera oración dice lo siguiente: “El mayor mejoramiento en los poderes productivos del trabajo y la mayor parte de la habilidad, destreza y criterio con los cuales se dirige o se aplica en cualquier parte, parecen haber sido los efectos de la división del trabajo.”

Al reconocer la importancia de este concepto para su tema general, Smith lo aplicó a una detallada descripción de una fábrica de alfileres: “Un hombre estira el alambre, otro lo endereza, un tercero lo corta, un cuarto le saca punta, un quinto lo pule en la parte superior para colocar la cabeza; para hacer la cabeza se requieren dos o tres operaciones distintas; colocarla es una ocupación peculiar, blanquear los alfileres es otra; incluso es un oficio en sí colocarlos en el papel; y la ocupación importante de hacer un alfiler, de esta manera está dividida en alrededor de dieciocho operaciones distintas, que en algunas fábricas todas las desempeñan distintas manos, aun cuando en otras el mismo hombre en ocasiones desempeñará dos o tres de ellas”.

La división del trabajo, decía Smith, incrementa la cantidad producida por tres razones. En primer lugar, cada trabajador desarrolla una creciente destreza en el desempeño de una sola tarea al hacerla repetidas veces. En segundo, se ahorra tiempo si el trabajador no necesita pasar de una clase de trabajo a otra. En tercero, es posible inventar maquinaria para incrementar la productividad una vez que las tareas se han simplificado y se han vuelto rutinarias mediante la división del trabajo. Aquí cabe observar el énfasis en la fabricación de la producción y en la productividad del trabajo. Recuerde que los mercantilistas tenían un interés particular en la forma en la cual el intercambio de bienes, una vez producidos, podía contribuir al bienestar de la nación. Los fisiócratas, por otra parte, se enfocaban en la producción agrícola. Al empezar su libro con una discusión acerca de la forma en la cual el mismo número de trabajado- res podía producir considerablemente más al dividir su trabajo, Smith de inmediato puso en claro que La riqueza de las naciones se apartaba de las prominentes nociones económicas que entonces existían.

Armonía de los intereses y gobierno limitado

Smith señalaba que los participantes en la economía tienden a buscar sus propios intereses personales. La persona de negocios busca una utilidad: “No es de la benevolencia del carnicero, el cervecero o el panadero de donde esperamos nuestra cena, sino de su preocupación por sus propios intereses.”8 El consumidor trata de encontrar el precio más bajo de un bien, dada su calidad. El trabajador trata de encontrar la paga más alta, dados los aspectos no salariales del trabajo. Pero oculto dentro del aparente caos de la actividad económica hay un orden natural. Hay una mano invisible que canaliza la conducta egoísta de tal manera que surge el bien social.

Smith sostenía:

“Cada individuo necesariamente trabaja para lograr que el ingreso anual de la sociedad sea tan grande como pueda. De hecho, por lo general, ni pretende promover el interés público, ni sabe qué tanto lo está promoviendo. Al preferir el apoyo de la industria doméstica al de la industria extranjera, sólo aspira a su propia seguridad; y al dirigir a esa industria de tal manera que sus productos puedan ser de mayor valor, sólo aspira a su propia ganancia y en esto, como en muchos otros casos, está guiado por una mano invisible para promover un fin que no era parte de su intención. No siempre es lo peor para la sociedad que sea así. Al buscar su propio interés con frecuencia promueve el de la sociedad en una forma más efectiva que cuando realmente pretende promoverlo”.

La clave para comprender el concepto de la mano invisible de Smith es el concepto de competencia. La acción de cada productor o comerciante que trata de ganar una utilidad está frenada por los otros productores o comerciantes que de la misma manera intentan ganar dinero. La competencia baja los precios de los bienes y, al hacerlo, reduce la utilidad recibida por cada vendedor. En situaciones en las cuales al inicio sólo hay un vendedor, la extraordinaria utilidad atrae a nuevos competidores que incrementan la oferta y borran la utilidad excesiva. En una forma análoga, los patrones compiten unos con otros por los mejores trabajadores, los trabajadores compiten entre ellos por los mejores trabajos y los consumidores compiten unos con otros por el derecho de con- sumir productos. Dicho en términos económicos contemporáneos, el resultado es que los recursos se asignan a sus usos de valor más alto; prevalece la eficiencia económica.

Smith extendía esta creencia de la armonía de los intereses y el laissez-faire hasta el comercio internacional:

“Sin embargo, la riqueza de una nación vecina, aun cuando peligrosa en la guerra y en la política, ciertamente es ventajosa en el comercio. En un estado de hostilidad puede permitir que nuestros enemigos mantengan flotas y ejércitos superiores a los nuestros, pero en un estado de paz y comercio les debe permitir de la misma manera que intercambien con nosotros un mayor valor y que tengan un mejor mercado, ya sea para los productos inmediatos de nuestra propia industria, o para cualquier cosa que se compre con ese producto. Así como es probable que un hombre rico sea un cliente mejor para las personas industriosas en su vecindario, sucede lo mismo con una nación rica”.

En un ataque directo al mercantilismo, Smith argumentó que el gobierno no debe interferir en el comercio internacional. Las naciones, lo mismo que los individuos y las familias privadas, se deben especializar en la producción de bienes para los cuales tienen una ventaja y cambiarlos por bienes para los cuales otras naciones tienen una ventaja.

Smith sostenía además, que el comercio extranjero puede promover una mayor división del trabajo al superar las limitaciones del mercado doméstico. Las exportaciones también eliminan los productos excedentes para los cuales no hay una demanda doméstica y trae productos para los cuales sí hay una demanda doméstica.

El papel limitado del Estado

Resulta tentador calificar a Smith como un defensor del laissez-faire; manifiesta su desagrado por la participación del gobierno en la economía. Pero a diferencia de algunos de los defensores más extremos de ese punto de vista, Smith sí veía un papel significativo, aunque limitado, para el Estado. De manera específica veía tres funciones principales del gobierno:

  1. proteger a la sociedad de ataques extranjeros,
  2. establecer la administración de la justicia y
  3. erigir y mantener las obras y las instituciones públicas que para los empresarios no significan empresas rentables.

La teoría del valor-trabajo en una sociedad primitiva

Smith argumentaba que en una sociedad en donde el trabajo era el único recurso, el valor relativo de un bien se determinaría por la cantidad de trabajo necesaria para producirlo. Esto es una reelaboración de la “teoría del valor del costo del trabajo”, presentada por Petty. Smith escribió:

En ese estado primitivo y rudo de la sociedad que precede tanto a la acumulación de existencias (capital) como a la apropiación de la tierra, la proporción entre las cantidades de trabajo necesarias para adquirir diferentes objetos parece ser la única circunstancia que puede permitir cualquier regla para intercambiar unos por otros Por ejemplo, si entre una nación de cazadores, por lo común cuesta el doble de trabajo matar un castor del que se necesita para matar un venado, un castor se debería cambiar naturalmente por dos venados o valer dos venados.

Esto se puede considerar de otra manera, según Smith. El valor de cualquier bien para una persona que lo posee, si desea intercambiarlo por otros bienes, “es igual a la cantidad de trabajo que le permite comprarlo u ordenarlo. Por consiguiente, el trabajo es la medida real del valor de intercambio de todos los bienes”.

Teoría del desarrollo económico de A. Smith.

David Ricardo

Aun cuando Smith fue el fundador de la escuela clásica y estableció su tono dominante, David Ricardo (1772-1823), un contemporáneo de Malthus, fue la figura principal en el desarrollo posterior de las ideas de la escuela. Ricardo demostró las posibilidades de utilizar el método de razonamiento abstracto para formular las teorías económicas. También extendió la indagación económica a la distribución del ingreso. Alrededor de Ricardo se reagrupó un ferviente grupo de eruditos, que con entusiasmo difundieron sus ideas. Esos seguidores modificaron y ampliaron sus teorías, y las hicieron avanzar hacia posiciones neoclásicas.

1. Teoría de los rendimientos decrecientes y la renta

Toda la teoría de David Ricardo se cimienta en la "ley de los rendimientos decrecientes". Esta ley, establecida por Malthus, dice que en la medida que se intensifica la mano de obra o el capital, su rendimiento va siendo cada vez menor. En este panorama Ricardo , la razón humana sólo podía adoptar una postura pasiva: adaptarse a las exigencias de esa ley. De los rendimientos decrecientes se deriva un de las principales y más controvertidas teorías de este autor. Ricardo planteó lo que para él era una gran paradoja: la consecuencia del crecimiento económico es que se irían reduciendo los márgenes de ganancia de las empresas, hasta llegar a ser prácticamente cero. Aquí se produciría el fin del crecimiento y se llegaría a un estado estacionario.

En si, los rendimientos decrecientes se pueden ver a diario con los bienes que utilizamos, puesto que la primera unidad al ser la más deseada es la que cuenta con mayor utilidad y al segur consumiendo más de dicho bien, la cantidad de satisfacción va disminuyendo.

2. Teoría del valor de intercambio y los precios relativos Valor de intercambio

A Ricardo le interesaban los valores relativos, no el valor absoluto; quería descubrir la base para la razón de intercambio entre los bienes. Eso le permitiría determinar las causas de los cambios en esos valores relativos a lo largo del tiempo.

En sus Principios de economía política y tributación, Ricardo escribió que un bien adquiere un valor de intercambio si tiene un valor de uso. La utilidad (poder que satisface el deseo subjetivo) no es la medida del valor intercambiable, aun cuando es esencial para él. Al tener una utilidad, o un valor de uso, los bienes derivan su valor de intercambio de dos fuentes: (1) su escasez y (2) la cantidad de trabajo requerido para obtenerlo.

El valor de bienes no reproducibles, como las obras de arte excepcionales, los libros clásicos y las monedas antiguas, se determina sólo por su escasez. En el caso de esos artículos, la oferta es fija y, por consiguiente, la demanda será el factor primordial para determinar el valor de intercambio: “Su valor es totalmente independiente de la cantidad de trabajo que originalmente es necesaria para producirlos y varía con la riqueza y las inclinaciones variables de quienes desean poseerlos.” Pero la mayoría de los bienes son reproducibles y Ricardo suponía que se producen sin restricciones bajo condiciones de competencia. Fue a esos bienes a los que Ricardo aplicó su teoría del valor trabajo.

Recuerde que Smith expresó una teoría del valor trabajo para una sociedad primitiva en la cual no se utilizaban ni capital ni tierras (o en donde su abundancia relativa era tan grande que se podrían obtener gratuitamente). Después, cuando analizó una economía avanzada, Smith abandonó ese enfoque y en su lugar elaboró una teoría del valor de intercambio del “trabajo ordenado”. A diferencia de Smith, Ricardo aplicó su teoría del valor trabajo a una economía avanzada.

3. Precios relativos

Aun cuando el trabajo es la base del valor de los bienes, los precios de mercado se derivan del valor o del precio natural debido a fluctuaciones accidentales o temporales de la oferta y la demanda. Si el precio de mercado aumenta por encima del precio natural, las utilidades aumentan y se emplea más capital para producir el bien. Si el precio de mercado baja, el capital sale de la industria. Las acciones de los individuos que buscan una ventaja máxima tienden a igualar las tasas de utilidad y a mantener los precios de mercado proporcionales a los valores. Los precios a corto plazo dependen de la oferta y la demanda, pero los valores a largo plazo obedecen a los costos de producción reales, y los costos relativos reales de la producción de dos bienes son casi proporcionales a la cantidad total de trabajo requerido para todo el proceso de producción.

El teorema ricardiano de la equivalencia

La teoría macroeconómica convencional sugiere que un incremento en los gastos del gobierno tendrá un mayor efecto de expansión sobre el PIB cuando se financia solicitando préstamos, en vez de hacerlo con un incremento en los impuestos. A diferencia de los préstamos, un incremento en los impuestos reducirá el gasto de consumo, compensando en parte el incremento en los gastos del gobierno. Varios economistas contemporáneos prominentes han desafiado este punto de vista. Afirman que el financiamiento de deuda tiene el mismo efecto limitado sobre el PIB que el financia- miento de un déficit con un incremento en los impuestos.* Debido a que David Ricardo fue el primero en plantear la posibilidad de la equivalencia del financiamiento de deuda y el financiamiento de impuestos, esta idea se conoce como teorema ricardiano de la equivalencia.

En 1820 Ricardo exponía:

“Supongamos que un país quiere estar libre de deudas y tiene lugar una guerra, que debe implicar un gasto anual adicional de veinte millones. Hay [dos] modos mediante los cuales se puede cubrir ese gasto; en primer lugar, se pueden aumentar los impuestos a la cantidad de veinte millones anuales, con lo cual el país estaría totalmente libre de deudas cuando volviera la paz; o en segundo, el dinero se podría solicitar en préstamo; en cuyo caso, si el interés convenido era del cinco por ciento, se incurriría en un cargo perpetuo de un millón de impuestos anuales por el gasto del primer año, de lo cual no habría una liberación durante la paz, o en cualquier guerra futura; de un millón adicional para el gasto del segundo año y así sucesivamente por cada año que podría durar la guerra. Al final de los veinte años, si la guerra duró tanto tiempo, el país estaría perpetuamente gravado con impuestos de veinte millones anuales”.

La versión moderna del teorema ricardiano de la equivalencia ofrece la hipótesis de que el financiamiento de deuda del nuevo gasto del gobierno se iguala con un incremento igual en los ahorros privados. Conforme a este punto de vista, las personas concluyen que el gasto del déficit actual requerirá impuestos futuros más altos para pagar el gasto de interés adicional. Para anticiparse a esos impuestos, las personas incrementarán sus ahorros actuales reduciendo su consumo actual. Por consiguiente, un incremento financiado por una deuda en los gastos del gobierno no incrementará los gastos totales y el PIB por las cantidades predichas por la teoría macroeconómica estándar.

Supuestamente la política fiscal es totalmente ineficaz, o bien está severamente debilitada. El mismo Ricardo se preguntaba si las personas realmente considerarían que el financiamiento de deuda y de impuestos es equivalente. La mayoría de los economistas contemporáneos también se muestran escépticos respecto a esta afirmación. Indican la imposibilidad de que hoy en día las personas incrementen sus ahorros como una forma de ayudar a sus hijos, nietos y bisnietos a pagar intereses sobre una deuda pública creciente. Además, los críticos observan que según la mayoría de las medidas, el índice de ahorros nacional en Estados Unidos disminuyó en la década de los ochenta del siglo pasado, un periodo durante el cual el gobierno federal incurrió en récord de déficit altos.

El argumento a favor del libre comercio de D. Ricardo

La explicación de la ventaja comparativa propuesta por David Ricardo en la segunda década del siglo XIX resolvía el dilema creado por la propuesta de ventaja absoluta de Adam Smith, ya que permitía argumentar cómo cada país podía especializarse en actividades productivas en las que tuviera menores costes relativos respecto de otras actividades y de las demás economías. De ese modo, todos los países podrían ganar con el comercio, incluso si uno de ellos presentara mayor productividad que los demás en todos los sectores, ya que, no obstante, ese país tendería a especializarse en las actividades donde disponía de productividades más altas, permitiendo que los otros países lo hicieran en otras actividades.

En consecuencia, según esa explicación basada en las ventajas relativas, el comercio internacional favorecía a todos los países participantes y de forma específica a aquellos que fuesen menos productivos, ya que les ofrecía la oportunidad de exportar productos a países con productividad más elevada y con mercados de mayor renta, a la vez que favorecía su acceso a productos procedentes de esos países más } avanzado. De igual modo, dentro de cada país todos los sectores tendrían posibilidades de ganar, en la medida en que la competencia interna, la plena movilidad de los factores y el comercio exterior permitían liberar los recursos empleados en los sectores menos productivos desplazándolos hacía otros con mayor productividad, lo cual favorecería la expansión de la producción y el crecimiento de la renta. Por tanto, la teoría de Ricardo no ofrecía lugar a dudas sobre la necesidad de eliminar las restricciones proteccionistas y la apuesta por un libre comercio, de modo que el intercambio haría posible que de forma paulatina el nivel de renta de los países más atrasados se acercara al que tenían los más avanzados.

A pesar de que lo largo del siglo XIX y las primeras décadas del XX la realidad mostraba que el comercio internacional contribuía a acentuar las diferencias entre las estructuras productivas de las economías industrializadas y las que sólo producían bienes primarios, el pensamiento ortodoxo se mantuvo impertérrito pretendiendo explicar que las diferencias entre las economías eran ajenas al desarrollo del comercio y que este proporcionaba ventajas para todos los participantes.

Thomas Malthus

El hombre está sometido a una ley inexorable de reproducción de su especie, multiplicando cada vez más su cuantía, enfrentado a un problema muy grave: los recursos materiales de que dispone nuestro planeta son limitados, mientras que las necesidades alimenticias y de mantenimiento son incontrolables e ilimitadas dado el crecimiento permanente de la población y la disminución creciente de la tasa de mortalidad.

Roberth Malthus, representante muy famoso de la economía política en el siglo XVII, no solo visualizó esta contradicción, sino que la identificó como una de las situaciones más graves que tenía que enfrentar y resolver la humanidad hacia el futuro.

En términos reales me refiero básicamente al problema de la escasez, que es lo que configura el verdadero cuello de botella a superar por parte de la ciencia Económica, porque si la abundancia fuera la característica predominante, dicha ciencia no tendría necesidad de existir, ya que todo estaría resuelto satisfactoriamente. Por ejemplo, no tenemos que hacer reuniones, ni consultar libros, ni conseguir asesores para respirar el oxígeno que libre y en cantidades ilimitadas respiramos todos los humanos. La abundancia simplemente se administraría, y se disfrutaría muchas veces inconscientemente.

Ricardo acerca del desempleo

Debe recordar que Malthus argumentaba que los capitalistas sacian sus deseos y, por consiguiente, ahorran considerables sumas. A menos que esté contrarrestada por el gasto de los terratenientes, la demanda efectiva será insuficiente para comprar toda la producción. La sobrecarga resultante de bienes obligará a los productores a reducir su producción y a despedir a los trabajadores. Ricardo convenía en que podía ocurrir una sobrecarga temporal, pero argumentaba que normalmente prevalecerían la producción y el empleo totales. Invocaba lo que hoy en día se conoce como la ley de los mercados de Say para defender su posición. Esta ley dice que “la oferta crea su propia demanda”.

De acuerdo con esta perspectiva, el proceso de producir bienes genera suficientes salarios, utilidades e ingresos de la renta para pagar los bienes. Además, la voluntad de comprar ya sea bienes de consumo o bienes de capital iguala a la capacidad de hacerlo. El exceso de producción de un bien particular podría ocurrir debido a una previsión deficiente, pero esa circunstancia se corregiría automáticamente. El producto se vendería con pérdida y los recursos se cambiarían a la producción de otros bienes para los cuales evidentemente ahora debe haber una mayor demanda. Además, los ahorros de los capitalistas dan origen a gastos de inversión que crean una demanda de factores de producción y, por consiguiente, un ingreso para los proveedores de esos recursos. En consecuencia, la demanda efectiva siempre estaría presente en un nivel suficiente para comprar la producción.

J.B. Say

Jean-Baptiste Say (1767-1832) era un francés que popularizó las ideas de Adam Smith en el continente europeo. Su obra principal, Tratado de economía política, se publicó en 1803. La carrera de Say se vio temporalmente bloqueada debido a que Napoleón estaba descontento con sus opiniones extremas del laissez-faire. Algún tiempo después de la derrota de Napoleón en Waterloo, Say se convirtió en profesor de economía política, después de haber pasado numerosos años dedicado a los negocios.

Teoría del valor, costos del monopolio y disposición empresarial

Say se oponía a la teoría del valor del trabajo de la escuela clásica, y la reemplazó con la oferta y la demanda, que a su vez están reguladas por los costos de producción y la utilidad. De manera que, en algunos aspectos, su análisis era más avanzado que el de Ricardo. Sin embargo, el análisis de Say sobre la oferta y la demanda no incluía el desarrollo de programas que mostraran las relaciones de precio y cantidad, como lo hizo Marshall. Utilizaba los términos de oferta y demanda en una forma bastante vaga e imprecisa.

Say contribuyó a la teoría moderna de los costos del monopolio al señalar que los monopolistas no sólo crean lo que hoy día se conoce como pérdidas de eficiencia (o pérdidas de peso muerto), sino que también utilizan recursos escasos en su competencia para obtener sus posiciones de monopolio y protegerlas.

Por último, Say contribuyó al pensamiento económico al hacer hincapié en la disposición empresarial como un cuarto factor de la producción, junto con los más tradicionales de tierra, trabajo y capital. Debe recordar que Cantillon fue el primero en emplear el término empresario.

La ley de los mercados de Say

Lo que ha hecho perdurable la obra de Say es su teoría de que la sobreproducción general es imposible. Como se indica en el capítulo anterior, esto se llegó a conocer como la ley de mercados de Say.

Aun cuando Malthus, Sismondi y Marx la desafiaron, la ley de Say siguió dominando el pensamiento económico hasta que Keynes, en 1936, puso de relieve sus puntos débiles. La aceptación incondicional de esta ley de los mercados parece haber cuando Smith, James Mill y Say estaban equivocados al suponer que la economía siempre tiende hacia el empleo total, a largo plazo esta doctrina conserva cierta validez.

Las economías subdesarrolladas se caracterizan por una producción baja que corresponde con los ingresos bajos de las personas. A medida que crece la economía, genera una simultánea y creciente oferta de bienes e incrementos en los pagos a los factores de producción, que a su vez generan una creciente demanda de bienes. Del mismo modo, en el comercio internacional, conforme un país produce más, exporta más y se permite más importaciones. Tanto en el comercio doméstico como en el extranjero, a la larga “la oferta crea su propia demanda”. Sin embargo, este principio no es válido a corto plazo en las economías basadas en el mercado. Aun cuando los pagos a los factores de producción serían suficientes para comprar todos los bienes producidos, no hay ninguna garantía de que los receptores de esos ingresos los gastarán en la producción existente.

Las concepciones económicas de J.S. Mill

John Stuart Mill (1806-1873) fue el economista más grande de la escuela clásica, sin duda el más relevante desde la muerte de Ricardo en 1823. Mill hizo algunas contribuciones significativas y sistematizó y popularizó todo el conjunto del pensamiento económico de sus predecesores. La escuela clásica ya estaba en decadencia durante los años maduros de Mill y se apartó de algunos de los conceptos clave incorporados en la estructura clásica por Smith y Ricardo. Antes de su muerte la economía neoclásica ya había aparecido en escena para desplazar finalmente a sus antepasados clásicos. La obra más importante de Mills, Principios de economía política, publicada por primera vez en 1848 y reimpresa en Estados Unidos hasta 1920, fue el principal libro de texto en este terreno, por lo menos hasta la publicación de Principios de economía de Alfred Marshall, en 1890.

El capital, el resultado del ahorro, es el capital social acumulado del producto del trabajo, y su cantidad total limita el alcance de la industria. Cada incremento del capital es capaz de proporcionarle un empleo adicional sin límite a la fuerza de trabajo. Esta tendencia elimina la necesidad de un gasto improductivo de los ricos para proporcionarle empleo a los pobres. Mill suponía que todo lo ahorrado mediante la abstinencia del capitalista se invertiría.

Si los capitalistas gastaran menos en el consumo de lujo y más en inversiones, el fondo de salarios y la demanda de trabajo se incrementarían. Si la población aumentara, la demanda creciente de artículos de primera necesidad de quienes ganan un salario compensaría la disminución en la demanda de artículos de lujo de los capitalistas. Si la población no se incrementa en proporción con el crecimiento del capital, los salarios se elevan y el consumo de lujo que hagan los trabajadores sustituiría el consumo de lujo de los empleadores. Éste es el mundo optimista del pleno empleo. “De manera que el límite de la riqueza nunca es la deficiencia de los consumidores, sino de los productores y del poder productivo. Cada adición al capital le da a la fuerza de trabajo un empleo adicional o una remuneración adicional; enriquece ya sea al país o bien a la clase trabajadora.”

La Economía Clásica - Características

Principios más importantes de la escuela clásica

Con frecuencia se llama a la doctrina clásica liberalismo económico. Sus bases son la libertad personal, la propiedad privada, la iniciativa individual, la empresa privada y la interferencia mínima del gobierno. El término liberalismo se debe considerar en su contexto histórico: las ideas clásicas eran liberales en contraste con las restricciones feudales y mercantilistas sobre la elección de ocupaciones, las transferencias de tierras, el comercio, etcétera. Enseguida se resumen las principales características de este conjunto de pensamientos.

  1. Participación mínima del gobierno: El primer principio de la escuela clásica era que el mejor gobierno tutela al menor. Las fuerzas del mercado competitivo libre guiarían la producción, el intercambio y la distribución. La economía se debía autoajustar y debía tender a un empleo total, sin la intervención del gobierno. La actividad del gobierno se debía limitar a imponer los derechos de propiedad, encargarse de la defensa nacional y proporcionar educación pública.
  2. Conducta económica en interés propio: Los economistas clásicos suponían que la conducta en interés propio es básica para la naturaleza humana. Los productores y comerciantes proporcionaban bienes y servicios por el deseo de obtener utilidades; los trabajadores ofrecían sus servicios de trabajo para obtener salarios y los consumidores compraban productos como una forma de satisfacer sus deseos.
  3. Armonía de intereses: Con la importante excepción de Ricardo, los clásicos hacían hincapié en la armonía natural del interés en una economía de mercado. Al buscar satisfacer los propios intereses individuales, las personas servían a los mejores intereses de la sociedad.
  4. Importancia de todos los recursos y actividades económicos: Los clásicos señalaban que todos los recursos económicos, tierra, trabajo, capital y capacidad empresarial, así como las actividades económicas, agricultura, comercio, producción y el intercambio internacional, contribuyen a la riqueza de una nación. Los mercantilistas habían dicho que la riqueza se derivaba del comercio; los fisiócratas consideraron que la tierra y la agricultura eran la fuente de toda la riqueza.
  5. Leyes económicas: La escuela clásica hizo considerables contribuciones a la economía al enfocar el análisis en teorías o “leyes” económicas explícitas. Algunos ejemplos incluyen la ley de la ventaja comparativa, la ley de los rendimientos decrecientes, la teoría malthusiana de la población, la ley de los mercados (ley de Say), la teoría de la renta de Ricardo, la teoría de la cantidad de dinero y la teoría del valor del trabajo.

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Telma Leon

Soy Telma, mamá a tiempo completo, pero consultora educativa a medio tiempo, busco ayudar a estudiantes de escuela con sus tareas diarias y también a crear contenido educativo y recursos útiles para otras mamas que necesitan ayuda con sus hijos en el ámbito educativo

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